Sin que me diera cuenta, volvimos al interior del coche. Yo estaba sentado
en el asiento del conductor, y el hombre de negro en la parte de atrás. Todo
como al principio de la experiencia. Con una sola diferencia, ahora los
cristales del coche no estaban empañados y se podía ver perfectamente el
exterior.
—Ha sido un placer Tomás —dijo el hombre de negro.
—¿Ya te vas? ¿Se acabó? —respondí, inquieto ante su marcha, ya que todavía tenía muchas dudas en mi cabeza.
—Mi labor ha finalizado. Has aprendido en un instante aquello que no fuiste
capaz de ver durante tantos años.
—Que no he aprovechado el tiempo. Que he desperdiciado mi vida haciendo lo
que no me gusta. Engañándome.
Mire hacia atrás y el hombre de negro ya no estaba. Se había esfumado.
Decidí ponerme manos a la obra de inmediato. No podía seguir tirando a la
basura ni un minuto más. Una idea clara aparecía en mi mente: iba a darlo todo
para sentirme feliz. Para sentirme realizado como persona.
Lo primero sería renunciar al trabajo. Me daba igual el despido. En aquel
sitio no estaba creciendo. Más bien al contrario. Me sentía explotado y sin que
se valorara ni lo más mínimo mi labor. Tenía suficiente dinero ahorrado como
para permitirme el lujo de estar una temporada sin trabajar, aunque de todas
formas mi búsqueda por un trabajo mejor empezaría en breve.
Eso sí. Había algo que tenía muchas ganas de hacer; buscar una academia de
teatro, un taller, lo que fuera. Algo relacionado con la actuación para volver
a verme subido al escenario, con un guión ante mi, y metiéndome en la piel de
un personaje. Necesitaba volver al mundo del que nunca debí salir.
Arranqué y puse rumbo a casa. Iba conduciendo sin apenas otros coches
alrededor. La circulación por la carretera resultaba tan relajada que continué
reflexionando sobre la nueva forma de vida que a partir de ahora iba a
mantener.
Por fin llegué a mi barrio.
Encontrar aparcamiento siempre resultaba complicado en aquella zona.
Montones y montones de vecinos con coche propio para una zona con muy poco espacio para aparcar. Por un momento pensé que había tenido suerte porque había
un sitio justo delante de mi portal. Pero fue acercarme y ver que no era un
sitio, ya que alguien había colocado su moto allí, ocupando toda la plaza.
Tocaba seguir buscando.
Después de varias vueltas, encontré un hueco algo lejos de mi casa, pero un
hueco al fin y al cabo. Tenía que andar un poco para llegar, pero no me
importaba. A partir de ahora no iba a tener pensamientos tóxicos. ¿Había
encontrado un sitio pero estaba algo lejos? Me quedé solamente con la parte
positiva: había encontrado sitio.
Rumbo a casa seguí pensando en toda aquella experiencia que acababa de
vivir. Gracias al hombre de negro había dado un repaso a mi vida, y gracias a
revisar mi pasado, ahora tenía más claro que hacer con mi futuro, ya que aquel
presente no me satisfacía en absoluto. Pero al menos tenía la posibilidad de
cambiarlo, de construir un nuevo camino para mi vida, nuevos proyectos,
ambiciones y sueños.
Pero aquello nunca llegó a suceder. Iba tan sumido en mis pensamientos que
crucé sin mirar. No me percaté de que el muñeco iluminado era el rojo, y al
coche no le dio tiempo a frenar.
No sentí el golpe del coche. No sentí dolor.
Volví a verme sumergido en una oscuridad tremenda y letal. Esta vez era
definitiva. A mi alrededor, mirara donde mirara, veía negro. Tampoco sentía mi
cuerpo. Me había visto reducido a una forma extraña e imprecisa que formaba
parte de esa oscuridad.
A lo lejos escuché una ambulancia y tiempo después, algunas voces que
intentaban devolverme inútilmente a la vida.
Entonces, nada más ocurrió.
¿En serio?, ¿Sin más?CarlosVS
ResponderBorrarMe encanta cómo escribes y también me ha encantado la historia súper bonita .
ResponderBorrar