lunes, 29 de octubre de 2018

Concurso de fotografía matemática

Información relevante para el Concurso de fotografía matemática.

-En este concurso podrán participar todos los alumnos que actualmente estén matriculados en los centros de las Siervas de San José a partir de 5º de Primaria.

-Cada concursante podrá presentar una única fotografía original, en blanco y negro o en color. No serán válidas fotografías realizadas por otros autores, fotos ya publicadas, fotos que hayan participado en otros concursos, ni fotos retocadas o modificadas después de haber sido tomadas (salvo en el caso que sea preciso para difuminar rostros). Tampoco se aceptarán fotografías en las que puedan identificarse, con claridad, personas o marcas comerciales.

-El tema de las fotos será Conceptos Matemáticos del entorno relacionados con el número 75 o con las Siervas de San José. Dicha relación se establecerá a través del título de la fotografía.

-Cada foto se presentará impresa en papel fotográfico tamaño A4 (210 X 297 cm). En su reverso se escribirá el título de la foto, el nombre del autor, el curso, grupo y centro al que pertenece. A la fotografía le acompañará una tarjeta tamaño 130 x 70 mm, donde irá impreso con letra mayúscula Times New Roman 12 y centrado: título de la foto (1º línea)-nombre del autor-curso-grupo (2ª línea) - centro (3ª línea). Todas las fotos que no cumplan estos requisitos serán excluidas del concurso. Cada centro remitirá las fotos a la dirección: Colegio Nuestra Señora del Pilar Avnd. Ramón y Cajal, 9 29014 Málaga.

-Además de la presentación física se tendrá que mandar un correo electrónico con el archivo original a fotografiamatematicanspmalaga@gmail.com . Este correo llevará por asunto III Concurso de Fotografía Matemática y el archivo fotográfico será nombrado de la siguiente forma: título de la fotografía - nombre del autor - curso - grupo - centro.

-Los trabajos se presentarán directamente a los profesores del departamento de Matemáticas.

-Los participantes autorizan de forma expresa a la publicación de las fotografías junto con los datos presentados en el blog: rociomillanvalero.blogspot.com . En ese mismo blog se podrán ver ejemplos de anteriores ediciones.




martes, 23 de octubre de 2018

Lectura tema 3

Así que allí estábamos, el hombre de negro y yo, en la que fue mi clase de sexto de Primaria, con todos mis compañeros de por aquel entonces. Como ya sabéis, también mi versión infantil de 12 años.

Tal y como ya imaginaba, el hombre de negro confirmó mis sospechas. Los allí presentes no se daban cuenta de nuestra presencia. Éramos prácticamente invisibles para ellos.

—Debes entender que en realidad no estamos aquí —fue lo único que el hombre de negro dijo.

Permanecimos allí, al fondo de la clase, observando como avanzaba una sesión de Lengua. Una de esas sesiones que se hacían eternas, ya que los estudiantes estaban haciendo unas tareas aburridísimas en sus libretas. Después de corregir esas actividades, Inma introdujo el siguiente apartado del tema a través de una pregunta clave.

—Bueno, y vosotros ¿a qué os queréis dedicar de mayores?

Varios de mis compañeros empezaron a decir sus trabajos soñados. Entre los chicos destacaban dos grupos, unos querían ser futbolistas y otros policías. Unos cuantos aspiraban a heredar el puesto de sus padres, como Nico que quería acabar conduciendo el taxi de su padre, o Luis, que estaba dispuesto a dirigir la tienda de zapatos de su madre . Entre las niñas al menos había más variedad, e incluso más seriedad en las respuestas. Aparecieron deseos de ser periodista, cantante, abogada, doctora, política o profesora.
Y entonces, el Tomás de 12 años fue el último en hablar.

—Pues yo quiero ser actor, y aparecer en películas famosas hechas en Hollywood.

—Bueno Tomás, por ahora vas por buen camino. Estás arrasando en los teatros de las clases extraescolares del cole —dijo la profesora—. Llevas dos años seguidos siendo el protagonista, y no creo que sea pura casualidad.

Tras aquella intervención, la clase y todo a mi alrededor empezó a desvanecerse, para fundirse finalmente en un negro absoluto.
Después de permanecer unos minutos en un ambiente oscuro, aparecimos repentinamente en la casa donde crecí con mis padres. Estaban todos en el salón, cenando. Allí vi a papá, mamá, mi hermana Claudia, y de nuevo a mí mismo. Esta vez, tenía 15 años. Mis padres estaban hablando sobre algo complicado de política, hasta que yo interrumpí aquella conversación tan aburrida.

—Ah por cierto, ya han salido las fechas de las actuaciones de la obra que estamos preparando en el instituto. Será a final de junio. Los últimos dos viernes, y una sesión extraordinaria el último domingo del mes por la mañana.

—Magnífico —dijo mamá—. Allí estaremos.

—Bueno, yo lo dudo —expresó papá—. Entre semana ya sabes que es imposible por el horario del trabajo, y resulta que los dos últimos fines de semana de junio tengo que ir a Madrid para representar a la empresa en un Congreso.

—¿En serio? —preguntó el Tomás de quince años —. ¿En serio papá? La última vez que apareciste en una de mis obras fue cuando estaba sexto, y de eso hace ya tres malditos años. ¡Siempre tienes excusas!

—Ten cuidado con ese tono que no me gusta. Recuerda que le estás hablando a tu padre.

—¿Un padre? ¿Se te puede considerar un padre cuando estás más tiempo con tu trabajo que con tus hijos?

Justo entonces todo desapareció y regresamos a la oscuridad. Tras esto, el hombre de negro y yo aparecimos en el pasillo del que fue mi instituto durante el bachillerato. Ahora me veía a mí mismo, con dieciocho años, junto a Sofía, mi primera novia. Ella me estaba contando un cotilleo sobre una de sus amigas.

—¡Y ella no se lo podía creer! —decía Sofía.

—Pero ya tiene que estar acostumbrada a tomar malas decisiones —respondió aquel Tomás—. Parece que no sabe hacer otra cosa mejor. Ah oye, ¿qué haces el sábado catorce?

—Es el cumple de Jorge. Ya sabes, de mi clase. Y le van a dar un cumpleaños sorpresa ¿por?

—Es el único día que actuamos en el Teatro Márquez. Solo nos han dado esa fecha porque todos los grupos de la ciudad quieren actuar ahí. La función empieza a las 8 y media, ¿crees que podrás venir?

—¡Claro! El cumpleaños será justo después de comer. Para esa hora habremos terminado. Cojo un bus y estoy allí para verte.

—Trato hecho entonces.

Vi como cerrábamos nuestro acuerdo con un beso y un gran abrazo. Otra vez más, todo se volvió negro, y cuando estaba flotando en la oscuridad recordé lo que al final acabó sucediendo aquel sábado catorce. Recordé como todo se vino abajo ese día, en el teatro Márquez.

domingo, 21 de octubre de 2018

sábado, 20 de octubre de 2018

Divisiones de diferentes tipos

Recuerdo que hay varias formas de hacer las divisiones. Estos son solo algunas formas para que os
aclaréis.

 

jueves, 11 de octubre de 2018

Revista Pilar

A continuación se muestran los enlaces de las diferentes publicaciones de la Revista del Pilar:





miércoles, 10 de octubre de 2018

Lectura tema 2

Como podréis imaginar, mi reacción fue de puro miedo. Me quedé congelado desde las uñas de los pies a los pelos de la cabeza. El corazón se detuvo de la forma más brusca. Mis pulmones no funcionaban. Quería decir algo, pero no sabía el qué. Una diminuta parte en lo más profundo de mí se resistía a sumirse en el temor, y pretendía esforzarse por hacer algo, aunque sin éxito alguno.

Solo era capaz de ver aquella figura sentada justo detrás. Un hombre aparentemente alto y delgado, con un gorro negro estilo cowboy, que no dejaba de mirar al frente.

Por fin, conseguí dejar de mirar por el retrovisor al hombre del asiento trasero, y llevé mi mano hasta el manillar de la puerta para salir tan rápido como pudiera de allí. Pero entonces, el hombre del asiento trasero, con un movimiento fugaz chasqueó sus dedos y escuché como los pestillos del coche se cerraban. De todas formas, yo intenté absurdamente una vez tras otra tirar de la puerta, pero estaba bloqueada. En ese momento, mi nivel de tensión era tan elevado que empecé a chillar como un loco, desesperado y temiendo que aquella persona me fuera a hacer daño en cualquier momento. Entonces, su mano apareció desde atrás, tapándome la boca. Desde aquella mano se desprendió un olor muy dulce que me sumió en un profundo sueño.

Desperté. Cuando mis ojos se abrieron y miré al frente, pude suponer que era de día, aunque me era imposible apreciar con definición el exterior, puesto que los cristales del coche se habían empañado. Mientras me preguntaba cuántas horas habían pasado, miré a la derecha y vi al hombre en el asiento de copiloto, mirándome con descaro.

—Apostaría toda mi fortuna a que ahora estás más calmado —dijo el hombre.



Quise responderle pero no me salían las palabras. Mis ideas fluían con facilidad por mi cabeza, pero a la hora de sacarlas fuera, no sé, algo me lo impedía. Era como si mi mente funcionara correctamente, pero mi cuerpo permaneciera apagado.

—Supongo que te preguntarás muchas cosas. ¿Cómo he entrado al coche si tú tenías las llaves? ¿Qué te he hecho respirar? Y lo más importante, ¿por qué estoy aquí? —decía con una voz grave pero delicada—. Fíjate en lo desconfiado que es el ser humano...ve a un desconocido en un sitio familiar y automáticamente piensa que va a hacerte algo malo. No es mi caso, querido Tomás. Si he aparecido en tu vida, es para mejorarla, no para dañarla más de lo que ya lo haces tú. La primera lección que debes aprender, es que el enemigo de tu vida, hasta el momento, has sido tú mismo.

Mi incomprensión llegó a su máximo punto en aquel momento. Aquella persona parecía agradable, o al menos, así pretendía venderse. Si antes de que hablara ya tenía preguntas, ahora estas se habían multiplicado. Poco a poco, comencé a notar que mi cuerpo comenzaba a responderme. Mis brazos ya seguían las órdenes que mi mente establecía, y poco a poco esta sensación se fue extendiendo por todo el cuerpo. Aquel hombre observaba en silencio como yo volvía a ser dueño de mí mismo.

Finalmente, pasados unos minutos, noté que ya podía volver a mover todo mi cuerpo a mi antojo, y entre todas las cuestiones que aparecían por mi cerebro, pregunté la más innecesaria.

—¿Por qué vas vestido como un vaquero del lejano Oeste?

—¿De verdad? Entre todo lo que podrías decir…¿Preguntas eso? Jajajajaja. En fin, el ser humano es curioso y no me deja de sorprender. Escucha Tomás, puesto que ya veo que vuelves a manejar tu cuerpo, te hablaré claro y sin rodeos. Conmigo tienes la oportunidad de reconducir tu vida. Para empezar el camino del cambio, solo tienes que tocar mi mano. Si por el contrario, prefieres rechazar mi propuesta, solo tienes que gritar bien alto ¨NO¨. De hacerlo, volverás al momento en que entras al coche, yo no estaré en los asientos de detrás, y no recordarás nada. Tienes cinco segundos.

Tenía curiosidad por descubrir que me ofrecía, por lo que agarré bien fuerte su mano para dejarle clara mi intención. Quizás estaba cometiendo la mayor equivocación de mi vida por confiar en aquella persona. Todo aquello que estaba sucediendo no era normal, pero tenía curiosidad por ver qué ocurría.

Cuando entré en contacto con él, algo muy extraño ocurrió.

En un microsegundo, todo se volvió negro. Mirara donde mirara, solo veía la oscuridad absoluta. Además, sentía como si estuviera flotando en un espacio desconocido. Mantuve esa sensación durante tanto rato que empecé a tener verdaderas ganas de vomitar. Pero de repente, entre toda la oscuridad, apareció la mano de aquel hombre para arrastrarme por un túnel tan estrecho que no entiendo como ambos pudimos caber. Íbamos a toda velocidad y en un instante, la oscuridad desapareció. Aparecimos en un aula escolar.

Había más de veinte alumnos, todos ellos sentados en sus mesas individualmente, copiando lo que una profesora escribía en la pizarra. El hombre y yo estábamos al fondo de la clase. Nadie parecía haberse percatado de nuestra llegada.



Pero lo que me hizo abrir los ojos como nunca los he abierto, lo que me dejó realmente petrificado e impactado, mucho más que cuando ví al hombre en la parte de atrás del coche, fue cuando la profesora se giró. ¡Era la seño Inmaculada, mi profesora de sexto! Lo desconcertante era que aquella mujer había muerto hacía más de diez años. Y eso no era todo, justo después, uno de los alumnos levantó la mano para preguntar algo.

—Seño, ¿puedo ir al servicio?

Entonces, uno de los alumnos se levantó y cuando fue a abrir la puerta lo ví. Mejor dicho…¡ME VÍ! Puesto que ese alumno era yo, pero con doce años.

*Continuará*


-Alejandro Navas