jueves, 20 de septiembre de 2018

Lectura Tema 1

Había sido una jornada dura en la oficina. Otro día más lleno de papeleo, informes, rellenar formularios, reuniones variadas, y encima, aguantando impertinencias de los superiores. Pero al fin, el reloj marcó las ocho y media, la hora que me permitía ser libre de aquel infierno de trabajo. Al menos estaba bien pagado. O no. Depende por donde lo mires.

Si las nueves horas de trabajo diario eran tediosas, aburridas y al fin y al cabo una verdadera tortura, los segundos dentro del ascensor del edificio, entre abandonar mi planta de trabajo y llegar al vestíbulo por el que se salía a la calle, bueno, os aseguro que eso realmente era insoportable. Solo eran segundos, pero a veces se hacían eternos. Más largos que la propia jornada laboral.

La cuestión es que al fin, salí a la calle. Una niebla horripilante cubría todo aquello que estaba alrededor. La realidad es que no podía observar nada. Ni siquiera se podía ver la parte elevada de las farolas, por lo que la luz de las bombillas procedía de un punto inconcreto en las alturas, otorgando a la calle un entorno extremadamente terrorífico. Además, como estábamos en pleno noviembre, hacía un frío insoportable en Santander. Daba la sensación de que en cualquier instante se podía congelar fácilmente el alma.

De esta manera, me dispuse a llegar a casa cuanto antes. Esa noche mi cuerpo estaba tan destrozado, tan cansado, que no pararía en el pub ¨Doble corazón¨ para tomar algo. Para mi, ir a ese bar y charlar un poco con los de siempre era una especie de ritual diario, pero aquel día por más que quisiera, mi cansancio me lo impedía. Mi esperanza era que hubiera algo en el fondo de la nevera, algo con lo que aliviar mi cuestionable existencia.

Decidido y sin pensar más, avancé un par de calles para volver a encontrarme con mi coche, un antiguo Renault clio del 2001. Estaba convencido de que aquella chatarra azul, cualquier día me dejaría tirado en la carretera. Cada mañana, cada vez que me montaba en ese coche, rezaba a todos los santos pidiendo que no fuera ese día cuando se rompiera definitivamente.

La cuestión es que llegué al punto exacto donde estaba aparcado mi coche, abrí la puerta, y entré rápidamente para refugiarme dentro del leve calor interno del vehículo. Introduje la llave para arrancar el motor, y cuando miré hacia atrás por el retrovisor para dar marcha atrás, no podía creer lo que veían mis ojos.


Había un hombre sentado en la parte trasera del vehículo.

Resultado de imagen de foggy night

-Alejandro Navas

4 comentarios:

  1. Sigue la historia plis. CarlosVS

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  2. Eso que continúe la historia que está interesante. Manuel L A

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  3. Eso que continúe la historia que está interesante. Manuel L A

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